El
mar fue testigo.
Las olas se escuchaban chocar
violentamente en las rocas del faro, el viento se colaba por mi ventana, era
hora de salir. Minimice el ruido, no quería que me atraparan, no esta vez. No
puede evitar asomarme a la habitación de mis padres por fortuna estaban
completamente dormidos. Bajé las escaleras con sumo cuidado, las malditas
solían rechinar cuando yo las usaba, por fortuna no esta noche. El aire pegó en
mi rostro con un delicado roce, era gélido y a la vez cálido, siempre me habían
gustado las caricias que me daba con su brisa, me hacía sonreír cada vez que me
evocaba el recuerdo de mi abuelo.
Reaccioné y salí de mi
ensoñación, titubeé por un momento, no estaba pensando a futuro pero qué más
daba, era ahora o nunca. Le dije que me esperará, yo llegaría hasta el puerto,
esa era la prueba de que lo hacía por voluntad y no bajo ninguna presión. Entre
toda esa alegría desbordante no puede evitar imaginar el rostro de furia de mi
padre si no me encontraba en la mañana en casa.
— ¿Un marinero? — Vociferó aquel día —Eso no está
permitido en mi familia pero claro tenías que ser la oveja negra— Esas palabras
me hirieron en lo más profundo de mi ser.
Absorta en mis pensamientos, no me di cuenta que me
estaba por llegar, el puerto se empezaba a distinguir, había luces encendidas
en el barco, estaban preparándose para partir, eso me dolió aunque él volvería,
era una promesa. Al verme, corrió para recibirme y le respondí con un beso. Nos
alejamos del barco, no queríamos escuchar las bromas de los marineros y menos
del capitán de “La Esperanza”, no fuimos muy lejos. Desde la playa veíamos a
las olas danzar al compás de la noche como tributo a nuestra despedida.
Un beso, otro y otro
más dieron paso a lo que sabíamos que pasaría, me sentía protegida en sus
brazos, nada me podría lastimar ni siquiera mi padre. La luna se oculto detrás de
unas nubes, quiso guardarnos el secreto.
Los primeros rayos del
sol salieron, cuando abrí por completo los ojos me encontraba sola en la playa,
me asusté.
—Pensé que no
despertarías, dormilona—Escuché hablar al amor de mi vida y me tranquilizó.
—Robert… Y yo pensé que
ya habías partido—Respondí y sonreí
—Ya lo haré, estamos
por irnos—se escuchó silbar al barco de vapor, suspire y traté de no llorar—Amelia,
volveré—me prometió susurrándome al oído, lo vi partir con dolor, quise
detenerlo pero no pude, ni una palabra salió de mis labios.
***
Fue hermoso estar con
él, fue triste que jamás regresara, la tripulación pereció en una tormenta, acabó
por un momento con mi vida. Pero un hecho cambio mi vida, soy feliz gracias a
mi pequeño Ángel, el motivo de mi nueva vida y el perdón de mi padre, él es la
prueba de esa noche de lo que solo el mar fue testigo.
[Cerezo~Oscuro]
Los recuerdos, por mas que duelan, no se quieren olvidar <3
ResponderEliminarAsí es Nallely :) Gracias por tu comentario :D Me alegra que te haya gustado ^^
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